Historias de Ktrito
Por Pablo Castro
Luego de almorzar, Jaime estaba sentado en la hamaca del jard�n cuando
un ruido a platos rotos proveniente de la cocina le hizo pegar un salto. Corri� hasta la
cocina y encontr� a su hermano Diego temblando en el suelo con la punta del mantel de la
mesa en su mano. Los platos y los vasos de la mesa, ahora estaban en el suelo y encima de
Diego, un vaso roto le cort� la cara a la altura de la ceja derecha y la herida sangraba
mucho. Tanto que se confund�a con la salsa de tomates de la pasta que ensuciaba su
camisa.
Jaime lo trat� de levantar pero no pudo. Diego era obeso, pesaba como
120 Kg, y era imposible para su hermano siquiera moverlo. En la casa no hab�a nadie a
quien pedir ayuda, el padre estaba trabajando y la madre hab�a muerto en un accidente de
avi�n muchos a�os atr�s.
Jaime tom� el tel�fono y llam� a una ambulancia, le dijeron que
llegar�a en 3 minutos. En un intento desesperado de hacer algo, apart� del cuerpo de su
hermano los restos de vidrio y lo que quedaba de pasta, trat� de liberar la punta del
mantel pero fue imposible, Diego la ten�a agarrada muy fuerte. Con un trapo le limpi� la
sangre y la salsa del cuerpo mientras empujaba con los pies los pedazos de platos y vasos
que hab�a en el suelo. Jaime estaba muy agitado, el coraz�n le lat�a con fuerza y le
transpiraban las manos. Se detuvo un instante a mirar la escena para tranquilizarse y
actuar con inteligencia. Mir� la pasta desparramada en el suelo y pens� que, si bien
sab�a a pl�stico, no merec�a terminar as�, sobre el grasiento cuerpo de Diego.
Mientras Jaime miraba a su hermano comenz� a darse cuenta de que era
la primera vez que �l ten�a el control de la situaci�n, Diego siempre lo molestaba, lo
trataba mal, le gritaba y de vez en cuando lo golpeaba. Pero ahora estaba ah�, tendido en
el piso, inm�vil, con los ojos cerrados y un mantel en la mano. La situaci�n casi le
pareci� c�mica y por momentos crey� disfrutarla.
Hab�an pasado cerca de 5 minutos desde que sinti� el ruido y Diego
permanec�a sin moverse en la cocina, Jaime sab�a que ten�a poco tiempo. Hab�a tomado
clases de primeros auxilios pero pens� que era mejor esperar a los param�dicos, ellos
sabr�an mejor como actuar.
De repente, son� el tel�fono. Jaime lo miraba y no sab�a qu� hacer,
lo dej� sonar unas cuatro veces hasta que finalmente atendi�.
�Jaime?
�Pap�?
�C�mo est�n?
Jaime mir� a su hermano tendido fl�cido en el suelo, le miro la cara,
vio en sus ojos los 19 a�os de tortuosa convivencia, de burlas, de malos tratos.
Y contest�.
Estamos bien pap�, Diego sali�.
�C�mo que sali�, no comieron la pasta que les dej� preparada?
Si, la comimos, estaba deliciosa.
Bueno Jaimito, quer�a saber si hab�an comido, llego a eso de las 11,
no se queden despiertos hasta tarde.
No, pap�, no te preocupes.
Jaime dej� el tel�fono en su lugar, y se volvi� hacia su hermano. En
realidad, no le molestaba tanto la idea de que Diego muriera, despu�s de todo, ya no
estar�a ah� para fastidiarle la vida.
Jaime subi� las escaleras hasta su cuarto para buscar los cigarrillos,
encendi� uno con el encendedor de Diego, dio una larga pitada y se guard� el encendedor
en el bolsillo.
Baj� a la cocina, tom� de la heladera la botella de jugo que Diego
nunca le dejaba beber y se la termin� de un solo trago, camin� por sobre el cuerpo de su
hermano y sali� por la puerta de la cocina hacia el jard�n.
Recostado en la hamaca termin� su cigarro y luego de bostezar con
ganas, se dispuso a dormir la siesta.
Minutos despu�s de que se qued� dormido, lleg� la ambulancia.
Encontraron a Diego tendido en el suelo, lleno de sangre y salsa de
tomates, estaba todo magullado como si lo hubieran molido a patadas.
Ya no ten�a en su mano el mantel de la mesa.
Ktrito. |